No importa las veces que te caigas, ni las veces que tropieces con la misma piedra de siempre, lo que importa es cuantas veces sacas fuerzas de donde sabes que no las hay, y te levantas, te levantas con la cabeza bien alta, sabiendo que nada ni nadie va a conseguir pararte, y esa piedra, esa jodida piedra con nombre, apellido y posiblemente, una larga y en muchos casos, entre ellos la mía, falsa historia, se quedará atrás como todos los demás errores, en el pasado, en un cajón, que te prometes no volver a abrir, porque probablemente no estarías preparada para volverlo a cerrar, pero cuando la dejas atrás, cuando por fin consigues decirle adiós a eso que tanto daño te causó, sientes felicidad, porque conseguiste, una vez más, una vez de tantas otras, superar el obstáculo que la vida te puso, y miras atrás, y te ríes, te ríes a carcajadas de lo que un día te destrozó y te hizo llorar, a veces, de la manera mas dolorosa, que es llorar sin lagrimas, en silencio, como solo una valiente sabe hacer. No, claro que no se supera en dos días, ni posiblemente en tres, es más, pongo la mano en el fuego, y no me quemo, que seguirás echando de menos de vez en cuando las tonterías de esa maldita piedra, y la manera tan odiosa que tenia de quitarte el enfado en dos segundos, pero te darás cuenta, que estás echando de menos los recuerdos, no a la persona, y ahí, es cuando podrás sentirte orgullosa, porque lo has
superado.
